¿Qué podemos decir entonces?

Consideramos que la brecha en el conocimiento y la experiencia evidenciada en los datos, señala una necesidad urgente de cambios en la formación docente. Los educadores requieren un mayor enfoque en la preparación para atender las necesidades específicas de los estudiantes con discapacidad auditiva. Esto no solo implica aprender la lengua de señas o adaptar métodos de evaluación, sino también comprender profundamente las barreras y desafíos a los que estos estudiantes se enfrentan en el aula.

La conciencia creciente sobre la necesidad de adaptar las estrategias evaluativas para garantizar la equidad educativa es un paso en la dirección correcta, deberíamos dejar ampliar todavía más la inclusión, ya que no es solamente trabajo de las educadores diferenciales, si no, de todo el profesorado. Los programas de formación docente y el desarrollo profesional continuo deben integrar prácticas inclusivas y estrategias de evaluación diversificadas como componentes fundamentales.

Además, es esencial reconocer la importancia de la comunicación efectiva durante los exámenes y pruebas para garantizar que todos los estudiantes, independientemente de sus capacidades auditivas, tengan las mismas oportunidades para demostrar su conocimiento y habilidades. Muchas veces el no saber como diversificar la evaluación, termina privando al otro de enseñar sus reales saberes y capacidades, más allá de que también creemos que evaluar un resultado final no es lo más importante, ya que el proceso que hay detrás de, también es válido y fundamental.

En última instancia, estos datos subrayan la necesidad crítica de un enfoque más inclusivo en la educación. Requiere un compromiso constante de los sistemas educativos, instituciones académicas y los propios educadores para asegurar que todos los estudiantes reciban una educación equitativa y accesible. Es fundamental no solo reconocer estas necesidades, sino también actuar sobre ellas para transformar la educación en un espacio verdaderamente inclusivo y diverso.